El religioso Julio García, de la congregación de los Sagrados Corazones, es uno de los sacerdotes que acude a la Casa del Sagrado Corazón a celebrar la Eucaristía.
Lo hace desde que llegó a Málaga, en el año 2000, excepto entre el 2009 y el 2015 que fue enviado a otra misión fuera de aquí. «Es un compromiso comunitario como congregación de los Sagrados Corazones, y venimos otros compañeros y yo. Celebramos la Eucaristía con los residentes, los voluntarios y los trabajadores que lo deseen», cuenta. La Eucaristía se celebra en la casa a diario a las 9.30 de la mañana; los sábados, a las diez, y los domingos, a las once.
Su experiencia con el Cotolengo es de agradecimiento. «Simplemente entrar en la casa ya me es valioso, me enriquece como creyente, explica. Celebrar la Eucaristía en un contexto de personas con tantas carencias, con tantas limitaciones, para mí es una oportunidad única… No evangelizo yo. Es la casa la que me evangeliza, me ayuda, me refresca… Me pone en contacto con la realidad, porque esta realidad o se ve con los ojos de Dios o está uno perdido. Yo no sé si hago algo de bien, pero a mí me hace bien».
Define el Cotolengo como «un espacio de acogida cordial, de sencilla. Si uno se acerca, va a encontrar o recuperar muchos valores. Aquí se acerca uno a experiencias que quizás desconozca, como es la soledad, sentirte con poca dimensión relacional. Siempre va a ser positiva la sensación que uno saca de su contacto con esta casa». En la comunidad de los Sagrados Corazones han movido a otros a acercarse a este hogar para los que menos tienen en Málaga, conocerlo y empezar a quererlo. «Hemos tenido un grupo de jóvenes que crecían en su fe con nosotros y como compromiso, venían a la casa a echar una mano. La pandemia ha mermado en parte la venida de personas voluntarias a la casa, así que invito a todo aquel que quiera acercarse a conocer el Cotolengo de Málaga a no pensárselo y acudir. Dios está presente en esta realidad y le va a cuestionar. Aquí se abren los ojos, y la cosa seguro que va a cambiar en su vida. Gente joven, adultos… Esto nos despierta, nos saca de una vida cristiana de “costumbres”. El Cotolengo te sacude, te cuestiona, te interroga».