En la Casa del Sagrado Corazón de Málaga, un hogar para los que no tienen nada, viven «santos de la puerta de al lado» como fue Paco, enfermo de esclerosis múltiple
Su nombre era Paco, y pasó un cuarto de su vida en la Casa del Sagrado Corazón de Málaga. Este profesor empezó muy joven a manifestar los síntomas de la esclerosis múltiple, una enfermedad que le iría robando cada vez más autonomía. Imposibilitado para vivir por su cuenta, entró a formar parte de la familia de la Casa del Sagrado Corazón, un servicio asistencial de la Diócesis de Málaga, donde murió con 46 años, en 2009. Sin embargo, la huella de su vida en quienes le conocieron permanece viva y unida a esta Casa.
Patricio Fuentes, director de la Casa del Sagrado Corazón, cuenta que cuando llegó para dirigir esta casa, en el año 2013, ya Paco había fallecido unos años antes. «Sin embargo, su influencia en tantos voluntarios y tantas personas que lo habían conocido, seguía y sigue hoy día, diez años después. Lo que he recibido como testimonio es que cuando alguien venía, se sentía mejor persona, se sentía transformado simplemente por el hecho de venir a acompañar a Paco. Creo que él es uno de esos que el Papa Francisco llama santos de la puerta de al lado porque conseguía transformar en mejores personas todo aquel que se relacionaba con él».
«Paco te cambiaba la forma de ver la vida»
Sebastián Puerto es uno de los voluntarios de esta Casa del Sagrado Corazón de Jesús. Estuvo acompañando a Paco semanalmente, y compartiendo con él su vida en la Casa. En el programa, Sebastián cuenta cómo le leía, cómo se entendían a pesar de las limitaciones de la enfermedad, y cuánto le aportó conocerlo y ser compañeros de camino. «Hablábamos, nos contábamos cosas. Era alguien que te enseñaba mucho con lo que hacía y decía. Paco era un santo en vida, un ejemplo a seguir, un corazón buenísimo, nunca se quejó. Te cambiaba la forma de ver la vida. Una cosa que es una teoría, vivir la enfermedad, el sufrimiento, con esperanza, te dabas cuenta con él de que se podía vivir. Y yo no sólo lo he conocido por terceras personas, sino que lo he podido ver con mis propios ojos».
Marina Ávalos es voluntaria de la Casa, a la que llegó tras perder a su marido. Ella cuenta que se sintió llamada a ofrecer su tiempo en esta Casa del Sagrado Corazón de Jesús como una auténtica invitación. Conocer a Paco fue para ella «el gran regalo que puso Dios en mi vida y el mayor catequista y evangelizador dentro de su limitación. Todo el que pasaba por ahí lo conocía, salía lleno de Dios. Era el evangelizador sufriente y doliente».
La Hna. Isabel Gaztelu, religiosa del Sagrado Corazón, comparte que para ella, Paco «era santo porque nunca, nunca, se quejó de nada; nunca exigió nada. y siempre tenía la sonrisa en la cara».
El médico que atendió Paco hasta el final: «Fue un auténtico ejemplo de aceptación»
Paco vivió con la enfermedad como compañera de camino, pero nunca perdió su alegría, dando testimonio de una grandísima fe. El médico internista Dr. Julio Simó, que durante los últimos cinco años de vida de Paco, estuvo visitándolo semanalmente en el Cotolengo de Málaga. «Tuvo una enfermedad de las más duras que pueden existir, porque se asiste a cómo su cuerpo se va paralizando progresivamente desde los pies hasta que termina paralizándole los pulmones y fallece. Pero él fue un auténtico maestro, un auténtico ejemplo de aceptación, de resiliencia, de alegría, de amor hacia todos los que tuvimos el honor de asistirle. Y para mí fue un auténtico ejemplo de cómo hay que aceptar la vida viviéndola en cada momento y en cada hora. Yo le pregunté alguna vez cómo es que podía ser tan feliz. y decía que sencillamente no se planteaba otra cosa más que su momento presente».
El único miedo que sentía Paco durante la enfermedad: «Amanecer un día sin Dios”
Paco era luz, silencio, paz, alegría. Quien se acercaba a Paco, no podía dejar de ver a Dios, y así pasó haciendo el bien en todos los que tenía cerca, como cuentan en el programa personas como Carmen Parra y José Carlos García. Carmen lo conoció por medio de la Pastoral de la Salud, en una excursión a la que ella iba como voluntaria. Al conocer su tremenda dependencia, empezó a visitarlo. «Lo visitaba a diario, y cuando teníamos confianza, un día le pregunté si se sentía incómodo al recibir la ayuda de tantos voluntarios. Él me dijo: “de ninguna manera, los voluntarios sois las manos de Dios”. En otro momento, fueron de televisión a entrevistarlo, y le preguntaron “Paco, ¿qué te da miedo”. Y él respondió: “Amanecer un día sin Dios”. Ahí comprendí dónde residía su fuerza. Su fuerza era Dios, el abandono, el dejarse guiar… Era un santo, él nos ayudaba a los demás con su inmensa fe. Para mí era un referente».
«Paco ha sido un gran ejemplo cristiano de fe»
José Carlos cuenta que conoció a Paco cuando estaba en los inicios de su enfermedad: «Yo estaba buscando un voluntariado en la parroquia y él llevaba una muleta para apoyarse. Pronto congeniamos porque él era muy simpático, siempre tenía chistes que contar y rápidamente nos hicimos amigos: del voluntariado pasamos a la amistad. De hecho, las hermanas del Sagrado Corazón, cuando las conocimos creían que éramos hermanos. Yo iba a verlo una vez a la semana, más o menos, y en verano hacíamos viajes a Norte de España para que no le afectara tanto el calor de la enfermedad. Para mí Paco ha sido un gran ejemplo cristiano de fe, de aceptación de su enfermedad y de las limitaciones que poco a poco iban apareciendo, un ejemplo de alegría y de ayuda a los demás a pesar de su enfermedad. Nunca tuvo un reproche hacia nadie. Para mí la fe no hay que creérsela, sino vivirla. Y con Paco la he vivido día a día desde lo más pequeño y sencillo, como Jesús de Nazaret».