La Casa del Sagrado Corazón (Cotolengo) abrió sus puertas en el año 1965, gracias al empeño de un sacerdote diocesano malagueño, el padre Jacobo, que hizo de los pobres y de los descartados su bandera. Cuando llegó como párroco al Santo Ángel, en la barriada de “El Bulto”, junto a las playas de San Andrés, encontró a decenas de personas malviviendo en chabolas junto a la orilla del mar.
Estas familias eran las más pobres de la clase obrera, niños que sólo contaban con vagones de tren abandonados para pasar la noche. A la pobreza hay que añadir los estragos que hizo la poliomielitis. Ésta era la situación de las periferias de Málaga tras el desarrollo industrial a mediados del siglo XX. Este cura, lejos de achantarse, se fue a buscar a las hermanas de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón, concretamente a su fundadora, la Madre Rosario Vilallonga. Le dijo: «usted viene y lo ve». Sabía lo que hacía, la madre Rosario no pudo negarse. Las hermanas estuvieron 48 años en esta casa. Actualmente, las hermanas franciscanas clarisas de Keralia (India) realizan esa labor.
En el siglo XXI, el Cotolengo de Málaga sigue siendo necesario. Siguen llegando personas que no tienen nada ni a nadie.